Se ha dicho siempre que Guatemala es una nación pletórica de riquezas
culturales y artísticas. Hablamos de un país que en su devenir ha producido
creaciones y engendros de la más variada índole cultural, en tanto
antropológicamente entendamos que cultura es todo lo que los seres humanos
hacemos en cuanto se refiera desde el cumplimiento de las más perentorias
necesidades hasta los más sublimes productos del espíritu, estos últimos,
circunscritos en el ámbito del arte y las religiones.
Anteriormente, como resultado y resabio de la antigua Edad Media
europea, durante los tiempos coloniales americanos, se afirmaba en general que,
la cultura era la suma de conocimientos que las personas o ciertos grupos de
individuos privilegiados lograban obtener a través del estudio académico en las
escuelas, academias e incipientes universidades. Que ésta era la herencia de
los más conspicuos sabios de la antigüedad a la que solo los iniciados y los
elegidos por ellos podían acceder. De hecho, la mencionada Edad Media se caracterizaba
por sobrevalorar las enseñanzas de los grandes maestros, cuyos discípulos, los
más capaces de comprender sus enseñanzas y de seguirlas, se convertían también
en maestros y así se formaban las cadenas horizontales y verticales, de sabios
que dominaron el conocimiento cuasi universal de esas épocas.
A su vez, el arte, la más conspicua y sublime expresión del pensamiento
y del espíritu humanos, se había comprendido como una producción inspirada por
seres superiores a la naturaleza conocida que se reflejaban en el espacio
dimensional de los objetos en sus movimientos y en sus superficies de variadas
índoles susceptibles a los sentidos del soma humano.
Por razones de índoles sociales, económicas y políticas de hegemonía por
grupos con poder económico y bélico, los individuos con características de
sabios y artistas, casi siempre pertenecieron a las sociedades dominantes en la
antigüedad y su pensamiento y discurso fue oído y aprovechado por los
gobernantes y las clases en el poder para estos fines hegemónicos. De ahí que
en nuestros países mesoamericanos, por sus caracteres de colonizados, la
cultura y el arte estuvieron siempre en las manos de quienes ostentaban y
usurpaban el poder económico y político.
Nadie, sin embargo, porque a nadie le interesaba, se daba cuenta de que
también en las manos de los pueblos sojuzgados de la historia antigua, medieval
y moderna, se producían manifestaciones artísticas y culturales, que poseyeron
y poseen, las originarias características de la sapiencia y del conocimiento de
los juegos y equilibrios estéticos que la condición humana prescribe de acuerdo
con las épocas, el desarrollo social y la reflexión filosófica de la
existencia.
De ahí que desde los tiempos coloniales, se nos enseñó siempre que
“cultos” y “artistas” eran únicamente aquellas personas que habían tenido
acceso a la educación oficial y que por lo tanto eran capaces de generar
productos estéticos y cognoscitivos que la condición humana de la sobrevivencia
y del pensamiento desarrollaban. El resto de la sociedad, desprovisto de esos
privilegios, era “inculto” y, por lo tanto, de condición social e intelectual
“inferior”. En el caso del arte, existían entonces las “artes mayores” como la
pintura, la danza, la literatura, la música, el teatro y la arquitectura. Mientras
las “artes menores” eran las artesanías y todos los productos “dudosamente”
estéticos de los estratos populares de las sociedades, entre ellos también
algunos oficios y, por supuesto, las primeras mencionadas, aunque tratadas como
inferiores.
Sin duda, esa era una apreciación clasista del arte y la cultura que aun
hoy no se ha desterrado de ciertos
ambientes académicos de nuestras sociedades centroamericanas.
La antropología, en su desarrollo como disciplina científica en el
análisis dialéctico de las realidades regionales y nacionales, vino a descubrir
y a enseñarnos que dicha apreciación no tenía fundamento científico alguno. Que
si se había hecho esa distinción, lo había sido siguiendo directrices de
hegemonía clasista de la dominación medieval y colonial y, que las producciones
estéticas y culturales deben tratarse con el mismo valor como tales en todas
las culturas de la tierra, extinguidas, existentes y por desaparecer o en
transformación.
No obstante, el desarrollo de la cultura y el arte en aquellas
condiciones anteriores permitió de todos modos su significativo avance, de tan
singular importancia que trascendió límites insospechados y ambos aspectos se
convirtieron en líneas directrices del pensamiento y de la acción en tanto
representaron visiones y formas de reflexión epocales, regionales y
universales, en cuanto se puede decir que sin la producción estética y del
conocimiento científico hasta ahora acumulados por la humanidad, muy poco
habríamos avanzado en el devenir histórico para entender quiénes somos y qué
estamos haciendo aquí en este punto equidistante del universo. Asunto este que
todavía atribula a gran parte de los humanos.
Durante el siglo XX, hubo una época en Guatemala que permitió el
desarrollo artístico y cultural, entendido bajo las premisas tradicionales ya
mencionadas, y que lo impulsó a tal grado como nunca antes se había visto en el
antiguo Reino de Guatemala, en este momento floreciente república
independiente. Entre 1944 y 1954, Guatemala, por fin, se había despojado de
dictaduras ominosas y se lanzaba a una era de progreso en todos sus órdenes.
Los únicos dos gobiernos de la Republica del 44, el del Dr.Juan José Arévalo y
del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán le abrieron las puertas a las humanidades, a
la autonomía de la Universidad de San Carlos, mejoraron las condiciones de los
obreros y entregaron tierra a los campesinos.
Los intelectuales tuvieron oportunidades de avanzar en sus conocimientos
científicos y académicos y muchos de ellos, humanistas y artistas, salieron a prepararse
al extranjero con becas y ventajas como diplomáticos representantes. Empezaron
a surgir las instituciones artístico-culturales que tanta gloria le dieron a
Guatemala dentro y fuera del país, entre las más importantes el Ballet
Guatemala, la Orquesta Sinfónica Nacional, distintos grupos de Teatro, artistas
plásticos que luego regresaron a impartir los conocimientos adquiridos y
escritores en embajadas de países importantes y
amigos. Se fortalecieron La Escuela Nacional de Artes Plásticas, el
Conservatorio Nacional de Música y nació la Universidad Popular para la
enseñanza artística del teatro y la
plástica en los niveles populares.
Ante la necesidad de conocer el país en su interior, hasta ese momento
conocimiento vedado a los propios guatemaltecos, se creó el Instituto
Indigenista Nacional que tanto trabajo etnográfico realizó y al que las
autoridades de los últimos quince años no reconocieron en su dimensión
histórica para hacerlo morir de inanición. Aquella fue una década de esplendor
democrático que perfilaba un país a la vanguardia en los órdenes políticos,
económicos, culturales y artísticos.
Pero la ignominia de la guerra fría post Segunda Guerra Mundial, la
intransigencia de las clases dominantes y la tradición del Ejército Nacional,
apoyados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia y el Departamento
de Estado norteamericanos, dieron al traste con tan promisorio despunte de
democracia y mi país, Guatemala, entró, a partir de 1954,por la puerta negra
hacia el desprestigio, el atraso, la dependencia y la crisis social y política
que la han llevado al caos pantanoso en donde ahora se encuentra.
Sin embargo, pese a todo, pese a que el Ministerio de Educación del
Gobierno guatemalteco fue transformado desde 1955 para conducir la Educación
por los senderos de la dependencia y la enajenación proclive a la cultura
euronorteamericana; pese a que el arte y la cultura pasaron a ser entes de
tercer orden en los intereses del Estado muy por debajo del anticomunismo y el
cristianismo católico, constituidos en sus banderas ideológicas, la producción
artística y cultural de los guatemaltecos de los años subsiguientes todavía
produjo lo mejor del siglo XX para sucumbir también ya en los años setenta en
el marasmo de la inanición productiva y en la repetición de los esquemas
propuestos por los intelectuales y artistas de las décadas anteriores.
Las causas han sido muchas, entre variadas y específicas. Los avatares y
circunstancias del conflicto armado interno que desde 1960 se presenta en el
país es una de ellas. Esto produjo una represión salvaje, bárbara e inhumana
contra todos los sectores democráticos y desposeídos de la nación. Otra es la
interpretación norteamericana en muchos órdenes de la vida social y política
del país influenciado a favor de sus intereses de dominación política,
económica e intelectual, la vida cotidiana de los guatemaltecos.
En este sentido, el Ministerio de Educación creó la Dirección General de
Educación Estética, el Instituto Guatemalteco de Turismo y otras instancias,
con el fin de reforzar la exploración de las virtudes artísticas y culturales
del potencial intelectivo de la nación y, de nuevo, aquellas concepciones
clasistas y tradicionales del arte y la cultura que antes tratamos, adquirieron
mayor fuerza en la conciencia de la población, no obstante la indiferencia ante
la producción artística por parte de las clases dominantes y el Estado, que
fueron siempre y seguirán siendo proverbiales.
De nuevo se introdujo esa concepción clasista del arte en los niveles
educativos del sistema nacional agregando a ello la negación casi absoluta de
los valores nacionales en pro de la cultura universal delineada por la
ideología capitalista de entonces. Se aceptaron únicamente aquellos que no
atentaran contra la moralidad tradicional y que fueran inofensivos al sistema
dominante.
Esto quiere decir que debido a que era en el sector social de los
intelectuales y artistas donde se reflejaba el sentir de la población
guatemalteca y de su historia mediata e inmediata, sus productos artísticos e
intelectuales fueron rechazados, despreciados e ignorados, así como sus autores
perseguidos.
Era el furor de la guerra fría y del más abyecto anticomunismo.
Significó también que, en consecuencia, desde 1960 se empezó a retirar
todo vestigio de producción artística que según los funcionarios de gobierno
tuviera ribetes de revolucionario, de los programas curriculares del Ministerio
de Educación y del sistema educativo nacional.
Como resultado, devinieron generaciones de estudiantes alejados del
conocimiento de los valores culturales y artísticos de su propia patria y
proclives a los valores importados del extranjero, es decir, de México, Estados
Unidos y Europa.
Así, llegamos los guatemaltecos en los años noventa, a observar con
asombro cómo la generación de jóvenes de treinta años para abajo, descubría que
el país es multicultural, multilingüe y multiétnico, como siempre lo había
sido. Una verdad insoslayable que la historia oficial y los programas de
educación siempre habían negado y ocultado en la Educación. A eso se debe
también el gran conflicto de incomprensión idiomática que enfrenta a mayas y
mestizos, donde por la fuerza de la imposición del idioma castellano como
oficial y obligatorio y el desconocimiento premeditado y craso de la dicción en
idiomas mayances por el mestizo y la cultura y educación oficiales, divide y
subdivide a la nación en distintos y diferenciados grupos humanos que conviven
en un solo territorio, juntos pero no revueltos.
Reformas educativas ha habido varias en Guatemala en distintas épocas.
Es decir, en distintos gobiernos. Han sido cosméticas y revalorizadoras de los
mismos contenidos. Desde 1992 ha habido una mejor organización de los
planteamientos de los mayas por cuanto se adquirió mejor conciencia para
reivindicar los idiomas y las distintas culturas aunque las propuestas hayan
llegado de distintos sectores de los mismos mayas. Desde 1996, existe un
documento que reivindica, defiende, protege y aboga, aunque todavía falta mucho
reclamo en estos sentidos, que se llaman Acuerdos de Paz Firme y Duradera. Sin
embargo, aun falta llevarlos a la práctica adecuadamente.
Nuevamente, ahora, los mismos sectores recalcitrantes de antaño, ahora
con generaciones devenidas en adultas, impiden el desarrollo normal de una
nación respetuosa y defensora de los valores multiculturales y multilingües de
sus habitantes.
Una verdadera reforma educativa debe tomar muy en cuenta lo pactado en
estos acuerdos sobre todo en lo que se refiere al Acuerdo sobre los Derechos
Indígenas plasmado en los momentos del diálogo pro paz impulsado por gobierno y
guerrilla y que culminara el 29 de diciembre de 1996.
En este mismo sentido, se ha producido una nueva concepción teórica y
metodológica tendiente a resolver el conflicto racista, machista y
discriminatorio que padece la sociedad guatemalteca de siempre y que se refleja
en sus programas curriculares. Este es el de la interculturalidad, entendida
ésta como la mutua y respetuosa aceptación de los valores del otro en las
relaciones socioculturales de los guatemaltecos mayas, mestizos, garinagu y de
descendencia extranjera contemporánea. La interculturalidad exige que los
interlocutores culturales guatemaltecos se reconozcan mutuamente, se respeten y
acepten sin prejuicios ancestrales y atávicos, pero en sí misma, la
interculturalidad corre riesgos de inefectividad cuando se trata de resolver
las fronteras lingüísticas. El sistema educativo nacional no está muy preparado
para ello y como una verdadera reforma educativa ha de exigir se cumpla con los
postulados de la interculturalidad, esto entorpece en cierta forma su
formulación, si es que al estructurarla no cuenta con personal maya multilingüe
y profesionalizado en los procesos curriculares.
Por lo tanto, si en una nueva y verdadera reforma educativa en Guatemala
se toman en cuenta el cumplimiento de los postulados de los Acuerdos de Paz
firmados en 1996, sobre todo en lo que se refiere a los derechos indígenas, la
pluriculturalidad del país y su múltiple faceta lingüística, así como los
procesos de una interculturalidad aceptada en forma decidida, estaremos
entonces realizando una verdadera transformación del sistema educativo nacional
y será hasta entonces que las concepciones tradicionales y clasistas de arte y
cultura no se verán transformadas en un marco democrático. Y si se las incluye
como una forma más en el proceso de enseñanza en las guías curriculares desde
la infancia hasta los estudios universitarios como así debe ser, no cabe la
menor duda de que el ciudadano guatemalteco del siglo XXI tendrá mejores
opciones para el mejoramiento de su vida y la vida nacional podrá ser más
llevadera. La patria, finalmente, proseguirá su camino por derroteros más
definidos en donde el bien común, general y mutuamente aceptado, sea la meta de
una nación próspera, desprejuiciada, dinámica y optimista ante el futuro.
En virtud de lo anterior, la cultura consistirá entonces en el
conocimiento de todos los procesos histérico-sociales en general de los grupos
culturales habidos en el país, elevados éstos a una nueva historia oficial,
contenedora de todas las historias y no solo de las de los sectores
hegemónicos. Esto implica que todo aquello que hasta ahora se ha catalogado
como “Folklore” que son las culturas populares y tradicionales, adquirirán
ahora su nivel en el que siempre debieron haber estado, el de conformar las
culturas guatemaltecas, simplemente porque estarán expuestas en los programas y
guías curriculares de todo el sistema educativo nacional.
El arte producido en todos los sectores sociales será por fin reivindicado
y al ser reconocido en todos los programas de estudio y sus guías curriculares,
como una forma intercultural de expresión intelectual de los guatemaltecos,
puede decirse que tendrá que producirse un resurgimiento artístico que ya no
será privilegio de pocos, sino de aquellos muchos, los interesados en
expresarse de esta manera, más todo un pueblo que sabrá disfrutar con
conocimiento de la producción artística en todos sus aspectos.
Lo anterior riñe, todavía, con las anquilosadas concepciones de los
funcionarios de los partidos de turno en el poder, serviles de los intereses
capitalistas, ahora neoliberales y globalizadores, así como proclives a su
enriquecimiento ilícito e impune. Atenta contra una educación establecida para
adormecer y para desviar la atención de los educandos hacia esferas fuera de su
realidad. Pero la verdad es que creemos que no existe otra y mejor forma para
salir del atraso en que se nos sumergió a los guatemaltecos desde la
intervención yanqui del 54 (la que luego llevara el irónico nombre de “Alianza
para el Progreso”) que establecer en una nueva reforma educativa nacional, la
visión antropológica de una educación pluri e intercultural, multilingüe y, por
lo tanto, con énfasis en procesos educativos locales y regionales propios. Es
decir con esto que la descentralización educativa es un elemento indispensable
para llevarla a cabo como fortalecimiento de las identidades locales,
nacionales y regionales.
Las condiciones naturales y socioculturales del país así lo exigieron
siempre y así lo exigen ahora más que nunc
Por medio del arte podemos desarrollar una vision mas amplia para poder expresar nuestros sentimientos y emociones de una forma activa y que sea transmitida hacia un grupo de personas
ResponderBorrarEntendemos por folklore o cultura popular tradicional, a todas aquellas manifestaciones que se desarrollan en el seno de las clases populares de un país, con características propias, y que expresan la concepción del mundo y de la vida de estos grupos sociales. En ellas se refugian los más sobresalientes elementos de la cultura de un país. Más aún, la cultura popular tradicional encierra en sí toda una gama de aspectos que desembocan, todos, en el establecimiento de las líneas generales dela identidad cultural de un país; de ahí queel estudio del folklore sea relevante y tenga que ser serio y científico.
ResponderBorrarAsí mismo, suestudio permite establecer no sólo los elementos claves de la identidad cultural de una nación, sino también encontrar yresaltar las leyes económicas y sociales que rigen cada fenómeno de la cultura popular.
En base a su evaluación pueden trazarse, objetivamente, las políticas necesarias para la preservación del patrimoniocultural popular de un país.
En el caso de Guatemala, la herencia folklórica es extraordinariamente rica, ya que se nutre de distintas fuentes formadoras, las cuales, como ríos profundos, se hunden en el tiempo en varias direcciones.Es decir que el folklore de Guatemala, atendiendo a sus fuentes de origen, puede dividirse en tres rubros: en el primero caben todas las manifestaciones de raíz indígena pre-hispánica; en el segundo todas las que surgieron durante la denominación española y que por ello pueden llamarse coloniales; y en el tercero, las que sin ser indígenas ni coloniales se arraigaron gracias a la penetración de influencias extrañas. Por tanto, y en síntesis, las fuentes del folklore guatemalteco son: indígena (pre-hispánico y colonial), europea y africana.Los elementos concretos de estas fuentes -trajes, cerámicas, música, literatura, entre otras-, se han folklorizado gracias a los distintos procesos históricos que ha seguido nuestro país, llegando a la actualidad como una síntesis dialéctica de elementos de estas tres raíces en las que el proceso histórico les ha impreso una impronta mestiza, en la cual los elementos culturales han sido re-elaborados y re-interpretados por los grupos sociales a que pertenece, y, así mismo, la adopción de nuevas funciones, ha permitido a estos elementos culturales cargarse de nuevo significado, dando así como resultado toda esa amalgama de tradiciones populares guatemaltecas que hoy conocemos. Esto quiere decir que no puede hablarse de una raíz puramente indígena en nuestra cultura popular, ni de elementos folklóricos europeos y africanos considerados aisladamente, sino debe vérselos como una síntesis dialéctica en que se fusionaron muchos elementos culturales provenientes de estas fuentes, y en la que predominan uno u otro factor, de acuerdo al proceso histórico que lo haya regido.