viernes, 16 de mayo de 2014

LA CULTURA Y EL ARTE PARA UNA REFORMA EDUCATIVA EN GUATEMALA

Se ha dicho siempre que Guatemala es una nación pletórica de riquezas culturales y artísticas. Hablamos de un país que en su devenir ha producido creaciones y engendros de la más variada índole cultural, en tanto antropológicamente entendamos que cultura es todo lo que los seres humanos hacemos en cuanto se refiera desde el cumplimiento de las más perentorias necesidades hasta los más sublimes productos del espíritu, estos últimos, circunscritos en el ámbito del arte y las religiones.
Anteriormente, como resultado y resabio de la antigua Edad Media europea, durante los tiempos coloniales americanos, se afirmaba en general que, la cultura era la suma de conocimientos que las personas o ciertos grupos de individuos privilegiados lograban obtener a través del estudio académico en las escuelas, academias e incipientes universidades. Que ésta era la herencia de los más conspicuos sabios de la antigüedad a la que solo los iniciados y los elegidos por ellos podían acceder. De hecho, la mencionada Edad Media se caracterizaba por sobrevalorar las enseñanzas de los grandes maestros, cuyos discípulos, los más capaces de comprender sus enseñanzas y de seguirlas, se convertían también en maestros y así se formaban las cadenas horizontales y verticales, de sabios que dominaron el conocimiento cuasi universal de esas épocas.
A su vez, el arte, la más conspicua y sublime expresión del pensamiento y del espíritu humanos, se había comprendido como una producción inspirada por seres superiores a la naturaleza conocida que se reflejaban en el espacio dimensional de los objetos en sus movimientos y en sus superficies de variadas índoles susceptibles a los sentidos del soma humano.
Por razones de índoles sociales, económicas y políticas de hegemonía por grupos con poder económico y bélico, los individuos con características de sabios y artistas, casi siempre pertenecieron a las sociedades dominantes en la antigüedad y su pensamiento y discurso fue oído y aprovechado por los gobernantes y las clases en el poder para estos fines hegemónicos. De ahí que en nuestros países mesoamericanos, por sus caracteres de colonizados, la cultura y el arte estuvieron siempre en las manos de quienes ostentaban y usurpaban el poder económico y político.
Nadie, sin embargo, porque a nadie le interesaba, se daba cuenta de que también en las manos de los pueblos sojuzgados de la historia antigua, medieval y moderna, se producían manifestaciones artísticas y culturales, que poseyeron y poseen, las originarias características de la sapiencia y del conocimiento de los juegos y equilibrios estéticos que la condición humana prescribe de acuerdo con las épocas, el desarrollo social y la reflexión filosófica de la existencia.
De ahí que desde los tiempos coloniales, se nos enseñó siempre que “cultos” y “artistas” eran únicamente aquellas personas que habían tenido acceso a la educación oficial y que por lo tanto eran capaces de generar productos estéticos y cognoscitivos que la condición humana de la sobrevivencia y del pensamiento desarrollaban. El resto de la sociedad, desprovisto de esos privilegios, era “inculto” y, por lo tanto, de condición social e intelectual “inferior”. En el caso del arte, existían entonces las “artes mayores” como la pintura, la danza, la literatura, la música, el teatro y la arquitectura. Mientras las “artes menores” eran las artesanías y todos los productos “dudosamente” estéticos de los estratos populares de las sociedades, entre ellos también algunos oficios y, por supuesto, las primeras mencionadas, aunque tratadas como inferiores.
Sin duda, esa era una apreciación clasista del arte y la cultura que aun hoy  no se ha desterrado de ciertos ambientes académicos de nuestras sociedades centroamericanas.
La antropología, en su desarrollo como disciplina científica en el análisis dialéctico de las realidades regionales y nacionales, vino a descubrir y a enseñarnos que dicha apreciación no tenía fundamento científico alguno. Que si se había hecho esa distinción, lo había sido siguiendo directrices de hegemonía clasista de la dominación medieval y colonial y, que las producciones estéticas y culturales deben tratarse con el mismo valor como tales en todas las culturas de la tierra, extinguidas, existentes y por desaparecer o en transformación.
No obstante, el desarrollo de la cultura y el arte en aquellas condiciones anteriores permitió de todos modos su significativo avance, de tan singular importancia que trascendió límites insospechados y ambos aspectos se convirtieron en líneas directrices del pensamiento y de la acción en tanto representaron visiones y formas de reflexión epocales, regionales y universales, en cuanto se puede decir que sin la producción estética y del conocimiento científico hasta ahora acumulados por la humanidad, muy poco habríamos avanzado en el devenir histórico para entender quiénes somos y qué estamos haciendo aquí en este punto equidistante del universo. Asunto este que todavía atribula a gran parte de los humanos.
Durante el siglo XX, hubo una época en Guatemala que permitió el desarrollo artístico y cultural, entendido bajo las premisas tradicionales ya mencionadas, y que lo impulsó a tal grado como nunca antes se había visto en el antiguo Reino de Guatemala, en este momento floreciente república independiente. Entre 1944 y 1954, Guatemala, por fin, se había despojado de dictaduras ominosas y se lanzaba a una era de progreso en todos sus órdenes. Los únicos dos gobiernos de la Republica del 44, el del Dr.Juan José Arévalo y del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán le abrieron las puertas a las humanidades, a la autonomía de la Universidad de San Carlos, mejoraron las condiciones de los obreros y entregaron tierra a los campesinos.
Los intelectuales tuvieron oportunidades de avanzar en sus conocimientos científicos y académicos y muchos de ellos, humanistas y artistas, salieron a prepararse al extranjero con becas y ventajas como diplomáticos representantes. Empezaron a surgir las instituciones artístico-culturales que tanta gloria le dieron a Guatemala dentro y fuera del país, entre las más importantes el Ballet Guatemala, la Orquesta Sinfónica Nacional, distintos grupos de Teatro, artistas plásticos que luego regresaron a impartir los conocimientos adquiridos y escritores en embajadas de países importantes y  amigos. Se fortalecieron La Escuela Nacional de Artes Plásticas, el Conservatorio Nacional de Música y nació la Universidad Popular para la enseñanza artística del teatro y  la plástica en  los niveles populares.
Ante la necesidad de conocer el país en su interior, hasta ese momento conocimiento vedado a los propios guatemaltecos, se creó el Instituto Indigenista Nacional que tanto trabajo etnográfico realizó y al que las autoridades de los últimos quince años no reconocieron en su dimensión histórica para hacerlo morir de inanición. Aquella fue una década de esplendor democrático que perfilaba un país a la vanguardia en los órdenes políticos, económicos, culturales y artísticos.
Pero la ignominia de la guerra fría post Segunda Guerra Mundial, la intransigencia de las clases dominantes y la tradición del Ejército Nacional, apoyados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia y el Departamento de Estado norteamericanos, dieron al traste con tan promisorio despunte de democracia y mi país, Guatemala, entró, a partir de 1954,por la puerta negra hacia el desprestigio, el atraso, la dependencia y la crisis social y política que la han llevado al caos pantanoso en donde ahora se encuentra.
Sin embargo, pese a todo, pese a que el Ministerio de Educación del Gobierno guatemalteco fue transformado desde 1955 para conducir la Educación por los senderos de la dependencia y la enajenación proclive a la cultura euronorteamericana; pese a que el arte y la cultura pasaron a ser entes de tercer orden en los intereses del Estado muy por debajo del anticomunismo y el cristianismo católico, constituidos en sus banderas ideológicas, la producción artística y cultural de los guatemaltecos de los años subsiguientes todavía produjo lo mejor del siglo XX para sucumbir también ya en los años setenta en el marasmo de la inanición productiva y en la repetición de los esquemas propuestos por los intelectuales y artistas de las décadas anteriores.
Las causas han sido muchas, entre variadas y específicas. Los avatares y circunstancias del conflicto armado interno que desde 1960 se presenta en el país es una de ellas. Esto produjo una represión salvaje, bárbara e inhumana contra todos los sectores democráticos y desposeídos de la nación. Otra es la interpretación norteamericana en muchos órdenes de la vida social y política del país influenciado a favor de sus intereses de dominación política, económica e intelectual, la vida cotidiana de los guatemaltecos.
En este sentido, el Ministerio de Educación creó la Dirección General de Educación Estética, el Instituto Guatemalteco de Turismo y otras instancias, con el fin de reforzar la exploración de las virtudes artísticas y culturales del potencial intelectivo de la nación y, de nuevo, aquellas concepciones clasistas y tradicionales del arte y la cultura que antes tratamos, adquirieron mayor fuerza en la conciencia de la población, no obstante la indiferencia ante la producción artística por parte de las clases dominantes y el Estado, que fueron siempre y seguirán siendo proverbiales.
De nuevo se introdujo esa concepción clasista del arte en los niveles educativos del sistema nacional agregando a ello la negación casi absoluta de los valores nacionales en pro de la cultura universal delineada por la ideología capitalista de entonces. Se aceptaron únicamente aquellos que no atentaran contra la moralidad tradicional y que fueran inofensivos al sistema dominante.
Esto quiere decir que debido a que era en el sector social de los intelectuales y artistas donde se reflejaba el sentir de la población guatemalteca y de su historia mediata e inmediata, sus productos artísticos e intelectuales fueron rechazados, despreciados e ignorados, así como sus autores perseguidos.
Era el furor de la guerra fría y del más abyecto anticomunismo.
Significó también que, en consecuencia, desde 1960 se empezó a retirar todo vestigio de producción artística que según los funcionarios de gobierno tuviera ribetes de revolucionario, de los programas curriculares del Ministerio de Educación y del sistema educativo nacional.
Como resultado, devinieron generaciones de estudiantes alejados del conocimiento de los valores culturales y artísticos de su propia patria y proclives a los valores importados del extranjero, es decir, de México, Estados Unidos y Europa.
Así, llegamos los guatemaltecos en los años noventa, a observar con asombro cómo la generación de jóvenes de treinta años para abajo, descubría que el país es multicultural, multilingüe y multiétnico, como siempre lo había sido. Una verdad insoslayable que la historia oficial y los programas de educación siempre habían negado y ocultado en la Educación. A eso se debe también el gran conflicto de incomprensión idiomática que enfrenta a mayas y mestizos, donde por la fuerza de la imposición del idioma castellano como oficial y obligatorio y el desconocimiento premeditado y craso de la dicción en idiomas mayances por el mestizo y la cultura y educación oficiales, divide y subdivide a la nación en distintos y diferenciados grupos humanos que conviven en un solo territorio, juntos pero no revueltos.
Reformas educativas ha habido varias en Guatemala en distintas épocas. Es decir, en distintos gobiernos. Han sido cosméticas y revalorizadoras de los mismos contenidos. Desde 1992 ha habido una mejor organización de los planteamientos de los mayas por cuanto se adquirió mejor conciencia para reivindicar los idiomas y las distintas culturas aunque las propuestas hayan llegado de distintos sectores de los mismos mayas. Desde 1996, existe un documento que reivindica, defiende, protege y aboga, aunque todavía falta mucho reclamo en estos sentidos, que se llaman Acuerdos de Paz Firme y Duradera. Sin embargo, aun falta llevarlos a la práctica adecuadamente.
Nuevamente, ahora, los mismos sectores recalcitrantes de antaño, ahora con generaciones devenidas en adultas, impiden el desarrollo normal de una nación respetuosa y defensora de los valores multiculturales y multilingües de sus habitantes.
Una verdadera reforma educativa debe tomar muy en cuenta lo pactado en estos acuerdos sobre todo en lo que se refiere al Acuerdo sobre los Derechos Indígenas plasmado en los momentos del diálogo pro paz impulsado por gobierno y guerrilla y que culminara el 29 de diciembre de 1996.
En este mismo sentido, se ha producido una nueva concepción teórica y metodológica tendiente a resolver el conflicto racista, machista y discriminatorio que padece la sociedad guatemalteca de siempre y que se refleja en sus programas curriculares. Este es el de la interculturalidad, entendida ésta como la mutua y respetuosa aceptación de los valores del otro en las relaciones socioculturales de los guatemaltecos mayas, mestizos, garinagu y de descendencia extranjera contemporánea. La interculturalidad exige que los interlocutores culturales guatemaltecos se reconozcan mutuamente, se respeten y acepten sin prejuicios ancestrales y atávicos, pero en sí misma, la interculturalidad corre riesgos de inefectividad cuando se trata de resolver las fronteras lingüísticas. El sistema educativo nacional no está muy preparado para ello y como una verdadera reforma educativa ha de exigir se cumpla con los postulados de la interculturalidad, esto entorpece en cierta forma su formulación, si es que al estructurarla no cuenta con personal maya multilingüe y profesionalizado en los procesos curriculares.
Por lo tanto, si en una nueva y verdadera reforma educativa en Guatemala se toman en cuenta el cumplimiento de los postulados de los Acuerdos de Paz firmados en 1996, sobre todo en lo que se refiere a los derechos indígenas, la pluriculturalidad del país y su múltiple faceta lingüística, así como los procesos de una interculturalidad aceptada en forma decidida, estaremos entonces realizando una verdadera transformación del sistema educativo nacional y será hasta entonces que las concepciones tradicionales y clasistas de arte y cultura no se verán transformadas en un marco democrático. Y si se las incluye como una forma más en el proceso de enseñanza en las guías curriculares desde la infancia hasta los estudios universitarios como así debe ser, no cabe la menor duda de que el ciudadano guatemalteco del siglo XXI tendrá mejores opciones para el mejoramiento de su vida y la vida nacional podrá ser más llevadera. La patria, finalmente, proseguirá su camino por derroteros más definidos en donde el bien común, general y mutuamente aceptado, sea la meta de una nación próspera, desprejuiciada, dinámica y optimista ante el futuro.
En virtud de lo anterior, la cultura consistirá entonces en el conocimiento de todos los procesos histérico-sociales en general de los grupos culturales habidos en el país, elevados éstos a una nueva historia oficial, contenedora de todas las historias y no solo de las de los sectores hegemónicos. Esto implica que todo aquello que hasta ahora se ha catalogado como “Folklore” que son las culturas populares y tradicionales, adquirirán ahora su nivel en el que siempre debieron haber estado, el de conformar las culturas guatemaltecas, simplemente porque estarán expuestas en los programas y guías curriculares de todo el sistema educativo nacional.
El arte producido en todos los sectores sociales será por fin reivindicado y al ser reconocido en todos los programas de estudio y sus guías curriculares, como una forma intercultural de expresión intelectual de los guatemaltecos, puede decirse que tendrá que producirse un resurgimiento artístico que ya no será privilegio de pocos, sino de aquellos muchos, los interesados en expresarse de esta manera, más todo un pueblo que sabrá disfrutar con conocimiento de la producción artística en todos sus aspectos.
Lo anterior riñe, todavía, con las anquilosadas concepciones de los funcionarios de los partidos de turno en el poder, serviles de los intereses capitalistas, ahora neoliberales y globalizadores, así como proclives a su enriquecimiento ilícito e impune. Atenta contra una educación establecida para adormecer y para desviar la atención de los educandos hacia esferas fuera de su realidad. Pero la verdad es que creemos que no existe otra y mejor forma para salir del atraso en que se nos sumergió a los guatemaltecos desde la intervención yanqui del 54 (la que luego llevara el irónico nombre de “Alianza para el Progreso”) que establecer en una nueva reforma educativa nacional, la visión antropológica de una educación pluri e intercultural, multilingüe y, por lo tanto, con énfasis en procesos educativos locales y regionales propios. Es decir con esto que la descentralización educativa es un elemento indispensable para llevarla a cabo como fortalecimiento de las identidades locales, nacionales y regionales.
Las condiciones naturales y socioculturales del país así lo exigieron siempre y así lo exigen ahora más que nunc





2 comentarios:

  1. Por medio del arte podemos desarrollar una vision mas amplia para poder expresar nuestros sentimientos y emociones de una forma activa y que sea transmitida hacia un grupo de personas

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  2. Entendemos por folklore o cultura popular tradicional, a todas aquellas manifestaciones que se desarrollan en el seno de las clases populares de un país, con características propias, y que expresan la concepción del mundo y de la vida de estos grupos sociales. En ellas se refugian los más sobresalientes elementos de la cultura de un país. Más aún, la cultura popular tradicional encierra en sí toda una gama de aspectos que desembocan, todos, en el establecimiento de las líneas generales dela identidad cultural de un país; de ahí queel estudio del folklore sea relevante y tenga que ser serio y científico.
    Así mismo, suestudio permite establecer no sólo los elementos claves de la identidad cultural de una nación, sino también encontrar yresaltar las leyes económicas y sociales que rigen cada fenómeno de la cultura popular.

    En base a su evaluación pueden trazarse, objetivamente, las políticas necesarias para la preservación del patrimoniocultural popular de un país.


    En el caso de Guatemala, la herencia folklórica es extraordinariamente rica, ya que se nutre de distintas fuentes formadoras, las cuales, como ríos profundos, se hunden en el tiempo en varias direcciones.Es decir que el folklore de Guatemala, atendiendo a sus fuentes de origen, puede dividirse en tres rubros: en el primero caben todas las manifestaciones de raíz indígena pre-hispánica; en el segundo todas las que surgieron durante la denominación española y que por ello pueden llamarse coloniales; y en el tercero, las que sin ser indígenas ni coloniales se arraigaron gracias a la penetración de influencias extrañas. Por tanto, y en síntesis, las fuentes del folklore guatemalteco son: indígena (pre-hispánico y colonial), europea y africana.Los elementos concretos de estas fuentes -trajes, cerámicas, música, literatura, entre otras-, se han folklorizado gracias a los distintos procesos históricos que ha seguido nuestro país, llegando a la actualidad como una síntesis dialéctica de elementos de estas tres raíces en las que el proceso histórico les ha impreso una impronta mestiza, en la cual los elementos culturales han sido re-elaborados y re-interpretados por los grupos sociales a que pertenece, y, así mismo, la adopción de nuevas funciones, ha permitido a estos elementos culturales cargarse de nuevo significado, dando así como resultado toda esa amalgama de tradiciones populares guatemaltecas que hoy conocemos. Esto quiere decir que no puede hablarse de una raíz puramente indígena en nuestra cultura popular, ni de elementos folklóricos europeos y africanos considerados aisladamente, sino debe vérselos como una síntesis dialéctica en que se fusionaron muchos elementos culturales provenientes de estas fuentes, y en la que predominan uno u otro factor, de acuerdo al proceso histórico que lo haya regido.

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